No sé lo que ocurrió en aquella fuente
de la que vi brotar un chorro de agua
que ascendía vibrante y melodioso
como un cristal a punto de romperse.
En la yema del chorro nació un lirio,
un lirio que se abría con urgencia
volcando los destellos de su aroma
en medio de la noche y hacia dentro.
La noche fue la nieve derretida,
una palmera sola en el desierto
colmándome de dátiles y lunas.
Y sentí su frescor de amanecida;
la mente como el cielo despejado,
la duda como un pájaro de alambre.