Llega cantando un son que desconozco,
de extraños puertos viene sorprendido.
Intento averiguar cuál es su nombre,
la razón que le impulsa a conocerme.
A mi mesa se sienta con agrado,
y un vaso de buen vino nos bebemos.
Hablamos largamente de sus viajes
por tierras despojadas de caminos.
Reclama mi atención su vestimenta,
la frágil entretela del ropaje,
los colores tan vivos que la adornan.
Él me cuenta y afable yo le escucho,
intrigado por El Hombre Amapola,
como dice mi amigo que le llaman.