Enséñame a pintar la eternidad,
dime cómo se acerca el horizonte
a mis manos repletas de colores
porque llamo a las cosas por su nombre.
¿Escuchas el susurro de pinceles?
¿Y la conversación de los nenúfares
cuando la luz declina misteriosa
en el jardín frondoso de Giverny?
Oh, la tarde son pájaros que cantan
recogiéndose en su propio regazo
hasta quedar silentes bajo el cielo.
Es de noche, y el puente japonés
descansa en la penumbra del estanque
sabiendo nuevamente que amanece.