Te he buscado en el campo,
entre el verde y la plata
que brilla en los olivos,
en el trigo espigado
que besa la amapola.
Te he buscado en las fuentes,
en abruptos arroyos
que se hunden en el río
y rozan las orillas
de tristes sauces solos.
Te he buscado en la mar,
entre vientos contrarios,
caminando en las olas
que traen la esperanza
porque nadie está solo.
¡Ay, Señor del Rescate!
-cornetas y tambores-,
¡Virgen de la Piedad!
-cirios de llamas altas-,
decidme dónde está.
Decidme dónde está,
con sus manos atadas
y espinas en la frente.
Decidme dónde está,
a Dios lo busco siempre.