El gorjeo de mil tiernos gorriones
me avisa de que hay fiesta en el tejado,
mientras ando en el claustro ensimismado
recitándome versos y canciones.
Son de Pedro Espinosa los renglones
donde mi alma y mi cuerpo se han sellado,
uniéndose a un destino floreado,
perpetuo de difíciles pasiones.
Mas el vuelo ligero al que me invita
es propio del roquero solitario,
y siento que volar es acercarme.
Soy poeta ante todo, no eremita,
ni tampoco de amigos adversario,
y busco soledad para encontrarme.